miércoles, 7 de septiembre de 2011

Ventosos días

Tardamos 14 horas y media en llegar a Bretagne. Salimos a las 4.30 de la mañana y cambiamos de conductor varias veces. Por suerte, también paramos bastante a descansar y sacarnos de encima todos los bolsos que teníamos. Valió la pena el esfuerzo. La noche en la que llegamos a Bretagne fuimos a una fiesta a la que estaban invitados Fred y Marine, los chicos que nos recibieron. Teníamos una mezcla de agotamiento y entusiasmo. Nos dijeron que había que ir disfrazados, se abrió un arcón, salieron pelucas, disfraces y cotillón, nos subimos de nuevo al auto y bailamos un ratito cerca del mar. 

Al día siguiente almorzamos en un bar frente al mar. Podría decir que comimos ostras y tomamos vino blanco y quedaría muy chic. Lo cierto es que las ostras las compramos en la feria y el vino lo tomamos en el bar de la abuela de Fred, que tiene 83 años y más aguante que todos nosotros juntos. Los días en Bretagne están siendo tranquilos y, sobre todo, ventosos. Las emociones más fuertes llegan con el triominó, un dominó en forma triangular. Hace casi dos semanas que nos la pasamos riéndonos de los alemanes con los franceses. Somos unos vendidos. Se mantiene, y fortalece, la comunidad que formamos hace casi dos semanas con Pepé y los primeros amigos que nos albergaron en Vilé, padres de esta pequeña criatura que pueden ver, primero, en el bar, y después bailando en la playa.   




El famoso hidromedusa.


Qué viento, qué movimiento.


Para protegernos del fresquito, Marine hizo un Irish coffee, que vendría a ser whisky + café + crema. Et voilá.

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